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caracolEsta palabra es traducción del término latino ‘tranquílitas’ (sosiego, reposo, calma, tranquilidad). Su etimología es desconocida, pero yo, siguiendo al gramático, cronista y erudito teólogo Isidoro de Cartagena (obispo de Sevilla al suceder en dicha sede a su hermano Leandro el año 601), propongo la siguiente: La palabra latina ‘traba’ (viga, lintel –dintel-, ariete…), unida a ‘quies’ (descanso, calma, quietud) y otras de su misma familia como ‘quiesco’ (descansar), ‘quietudo’ (quietud) o ‘quietus’ (quieto, pacífico, tranquilo), generaría ‘tranquílitas’.

Por consiguiente, la tranquilidad se asocia a la imagen de quien tranca la puerta de su casa (atraviesa una viga) para mayor seguridad, y eso le produce sosiego para el descanso,  la ensoñación, el recuerdo, la maquinación o la meditación.

La palabra ‘tranca’ guarda relación con lo expuesto, ya que en Indoeuropeo la raíz ‘treb-’ (morada, vivienda) hace referencia a la utilización de maderos para construir las chozas, las cabañas (‘taberna’ en Latín), con las que se relacionan otros términos como tabernáculo (taberna pequeña) o contubernio (reunión en la taberna). Alguien, con buena intención, le dijo a un profesor recién jubilado: Ahora que te has jubilado ya estarás tranquilo. Le respondió que las clases no le impedían disfrutar de la tranquilidad. Y añadió que, de momento, estaba algo menos tranquilo porque tenía que dedicarse a explicar si se encontraba bien con la jubilación, en vez de contar sus avances en relación con los proyectos  pendientes que habían tenido que esperar.

En cuanto al uso de la palabra ‘tranca’ para significar borrachera, puede deberse a dos razones, que la mujer le trancara la puerta al beodo, mientras no se liberara de la ‘carga’, o porque ese estado le impediría recibir serenamente mensaje alguno con sentido, por tener distorsionados o bloqueados los accesos de las percepciones.

Pero lo más interesante es el uso frecuente con que ciertos personajes, pillados en ciertos juegos económicos sospechosos, repiten a modo de justificación: “¡Tengo la conciencia muy tranquila!”. Parece, en efecto, que estos individuos han echado la tranca de su ‘estancia’ psicológica, para que ninguna ‘instancia’ foránea (social) pueda molestarles. En su propia cocina aderezan los criterios que les permiten identificar su gusto con lo justo. E intentan transmitir la idea de que esa comida  les sienta muy bien.

Por Juan Verde Asorey

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